lunes, 2 de enero de 2012

Entrada 5

Poco más hay que decir acerca de aquella mañana en lo que hasta ahora considerabas tu casa. Tu hogar. Tu padre se había marchado, al parecer lo verías por la tarde, en la sala del Consejo de la Torre. Hacía un año que Knox se había metido en temas políticos, pero hasta el día de hoy su papel en ellos era para ti todo un misterio.
El resto de tu familia te evitaba, y eso te aliviaba e irritaba a partes iguales. Más allá de palabras sueltas y miradas esquivas, sólo tu primo, Halet, te buscó para darte a entender que quería compartir tus pensamientos, pero al principio le diste la espalda. 
Mientras esperabas a que Saymon volviera a por ti al caer la tarde, tal como habíais pactado, fuiste consciente por primera vez en tu vida de lo mucho que amabas aquel hogar, la protección que te brindaba, no sólo física, también espiritualmente. La forma en que la cálida madera te aislaba del poco amable frío del mundo exterior, protegiéndote en la noche de ventiscas y tormentas de nieve… Pero tenías otro lado, un lado más fuerte y salvaje, que se alimentaba de tu amargura y luchaba por salir a la superficie de tu personalidad y dominar aquella más temida que inesperada situación (porque en el fondo de tu corazón sabías que este día llegaría). Y como lo que te importaba en aquel momento era ser fuerte y no desmoronarte, empezaste a soltar finalmente esa parte de ti, liberando todas las ataduras que la mantenían oculta en la oscuridad. Y casi te asustó comprobar cuan fuerte e insensible podías llegar a ser. El mundo te golpeaba como un martillo, tu alma en el yunque, y tú respondías moldeándote, sin romperte. Pero eso conllevaba un riesgo… convertirte en otra… cosa. Quizá, aquel día, dejaste de ser quien eras para siempre. Que eso fuera bueno o malo, sólo el futuro de lo que ahora sientes lo podrá decir. Pero dejemos que decidas por ti. Volvamos al instante en que Halet se acerca a ti, absorto en la contemplación del paisaje desde la galería de la parte de atrás de la casa…

–¿Qué haces aquí, primo? –Le dijiste con mala intención, porque querías estar a solas. 
Luego le preguntaste algo que te vino de pronto a la cabeza:
–¿Es Saymon tu padre?
Lo era. Por su condición de explorador y guerrero, Saymon dejó a Halet a cargo de tu familia, convencido de que cada vez que salía ahí fuera, con el puñado de desgraciados jóvenes elegidos por el rey, entre los no aptos para ser magos, bien podía ser la última. Sea como fuere, no aceptaste mal la noticia. Después de todo, Halet se había enterado hoy de quien era su padre, el mismo día que tú de quien no lo era, y aunque suene estúpido, eso te consoló. Además, Halet era de las pocas personas que siempre te apoyaba, sin importarle nunca tu condición, ni hacerte notar jamás tus rarezas. Tenía la virtud de hacerte reír y sentir bien. 

Cuando Saymon regresó a por ti te quisiste despedir de él, pero no te dejó…
–Hey, yo voy contigo, Nieve… yo tampoco valgo para mago… es muy aburrido.


No supiste como reaccionar. Lo cierto es que tu nunca fuiste buena con la magia de runas, pero tampoco fuiste capaz de ver que tu futuro pudiera ser acabar con los Exploradores. Se te daba bien inventar historias y crear cuentos, y siempre te imaginaste entreteniendo con tus obras la vida del pueblo, algo por otra parte muy demandado, dado el aislamiento que sufríais, para hacer más llevadero el transcurrir de los días. Te imaginabas todo tipo de historias acerca del mundo olvidado más allá del Gran Blanco, y se las contabas a tu primo y hermanos, y a alguno de los pocos amigos que valoraban más ese talento tuyo que tus rarezas. (O que tenían la personalidad suficiente para valorarte por como eras). Pero jamás creíste posible que TÚ pudieras formar parte de esas historias… ¡Los cuentos eran bonitos porque eran… CUENTOS!
Así que cuando Halet te dijo eso, mirando de soslayo, con una expresión de entre miedo y orgullo a su recién descubierto padre, sentiste algo muy curioso a la vez, entre el pavor más absoluto a lo desconocido, ante la certeza implícita en aquellas palabras acerca de tu futuro inmediato, y el más sincero alivio y alegría de que tu querido primo Halet fuera a compartir contigo todo aquello.

Finalmente, emprendisteis la larga escalera serpenteante, ascendiendo  a lo alto de la colina, con la promesa de Saymon a tu madre de volver a casa al final del día, para dormir juntos una última noche y dejar las despedidas para la jornada siguiente.

Nivenwayr es una aglomeración de cabañas, que se agrupan colina arriba a ambos lados de un manantial de aguas calientes activadas por los hornos de la torre que culmina la colina. Los hornos están excavados en las raíces de la colina, muy por debajo de la Torre, única construcción hecha totalmente de piedra en el pueblo, y generan calor a través de runas que canalizan la energía de la tierra. Son runas sencillas, que canalizan esa energía para fundir el hielo y mantener caliente el agua, que se transporta mediante una antiquísima red de cañerías de cobre a todas las cabañas del pueblo, lo suficientemente caliente para no congelarse. Runas menores, más sencillas, calientan el agua en cada cabaña, a partir de la energía generada por la muy escasa provisión de madera que llega al pueblo. Si no fuera por la magia, los tecnomantes, o magos artesanos, la vida en este lugar sería imposible. Nivenwayr, el Gran Árbol, sería imposible. Se llamaba así al pueblo desde tiempos inmemoriales, porque se decía que visto desde cierta distancia el pueblo surge como un gigantesco árbol adornado de pequeñas casitas de madera, luces amarillas y blanco brillante culminado por una basta y cuadrada torre de piedra granítica de la que escapan vapores de agua y humos de leña.

Si se viera desde arriba, la colina en la que se asienta Nivenwayr, ahora capital de un reino extinto, parecería el centro de una rueda de la que parten seis radios o ejes, túneles de bronce y cristal que se internan en lo desconocido, y que se cree que en el pasado comunicaban vuestro pueblo con otros pueblos existentes en el Gran Blanco, el desierto de nieve que rodea por doquier a Nivenwayr. Pero esos túneles están actualmente todos bloqueados, mal atendidos y en desuso, cuando no directamente destruidos, lo que convierte a vuestro pueblo en un lugar incomunicado y endémico, condenado al olvido, el único foco de vida del que tenéis constancia, pues rara es la vez que llegan noticias de quienes se atreven a atravesar las vastas extensiones de nieve fuera de la protección de los ahora maltrechos túneles. Recuerdas tu único viaje al pueblo más cercano, Metelwir, por uno de los dos túneles que aún quedaban en uso en aquella época. Entonces eras pequeña; desde entonces la falta de cuidados, por el miedo a las malas artes de los demonios blancos, acabaron por arruinar esas últimas vías de comunicación. A día de hoy los tecnomantes tienen que hacer encaje de bolillos con su arte rúnico para ser capaces de seguir extrayendo energía de la cada vez más escasa madera que llega a Nivenwayr.







2 comentarios:

  1. Me permito corregir una falta. En el último párrafo, "bastas" debe ser más bien "vastas", por que se refiere a extensiones, y hace referencia a que dichas extensiones son grandes. "Basta" se referiría más bien a un material de baja calidad, como "tela basta".
    Por lo demás, tengo interés en saber como se desarrolla esta fábula

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