lunes, 23 de enero de 2012

Las Torres de Borealís, Capítulo 2, (Entrada 13)


El frío se te mete por doquier, así que te ajustas más el traje y frotas la runa para potenciar su calor. A escasos veinte metros, el bosque junto a cuya linde habéis levantado el campamento se yergue ominoso y oscuro. De pronto deseas enormemente correr hacia el cálido y luminoso interior de la tienda, como si su fina tela pudiera alejarte y protegerte de cualquier peligro que pueda existir en el mundo... pero reprimes el infantil impulso.

–Entonces, ¿Es de Adira de quien estamos huyendo? –preguntas por fin, sin atreverte a pensar en el significado oculto de las palabras del viejo guerrero. 
–Eres listo. Seas lo que seas, chico o chica, una cosa está clara… eres listo. O lista... Yo siempre lo dije. Siempre lo dije.
Intentas ignorar la parte que no te gusta del comentario del viejo. Pero no lo consigues. Y eso es lo que te parece ahora, un viejo impertinente, zafio y vulgar, más que un guerrero honorable. Quieres preguntarle por Adira, pero un enfado repentino, tan inesperado que casi te sorprende a ti mismo, hace que estalles:
–¿Te puedes callar ya? ¡Viejo! –le sueltas, buscando con impotencia más palabras para insultarle. Saymon te mira, perplejo.
–Perdón –recapacitas al instante,– perdón… viejo no es un insulto. Quería decir bruto, y vulgar. ¡E ignorante!
–No. No… perdóname tú, Nieve… deberías saberlo de una vez. Ellos, me dijeron que… 
Un sonido sutil que rasga el aire y que suena aterrador y mortífero. Los ojos de Saymon sorprendidos, que miran más allá de tu espalda, llenos de un pavor indescriptible. Un asta de flecha sobresaliendo de su estómago. 
Repuesto de la sorpresa Saymon se lleva una mano a la espada, pero otra flecha lo tumba en el suelo. Intentas gritar, pero ningún sonido acude a tu garganta… 

Sueñas estando despierto. Pero no es un sueño normal. Es una pesadilla. Y es real. 

No sabes qué hacer. Intentas levantarte y correr hacia la tienda, pero sus luces se apagan de pronto, y cae, animada de forma antinatural por formas que se mueven lentamente en su interior. Oyes una voz gutural, como un sordo sonido de protesta que viene de la dirección de las flechas. Vuelves a mirar a Saymon, desesperada. Parece estar muerto. 
Corres hacia el bosque. Te parece una locura. Tus extremidades te pesan como si fueran de plomo, y casi te ahogas ante el esfuerzo que te supone coordinar tus movimientos,  pero una pequeña lucecita de raciocinio en tu interior te dice que si eres víctima de un hechizo y este impide que corras hacia el bosque, el bosque no puede ser algo tan malo. De todas formas, no tienes otra alternativa. 
Corres, primero un paso, luego otro, corres como si el tiempo fuera hacia atrás en lugar de hacia adelante, y te parece que es inútil, que el bosque está cada vez más lejos. Apenas oyes nada, así que giras la cabeza hacia atrás. Y entonces lo ves. 
Un lobo grande como la noche que te envuelve, de mirada roja, luminiscente, montado por un ser difuso que se parece extrañamente a... Adira, la lugarteniente de Saymon, pero que te niegas a creer que pueda ser Adira.
"No… no. No puede ser"

Un sonido fantasmal, de triunfo, cuando su garra se extiende hasta atraparte.
Casi.
Una luz como si el sol saliera de pronto de algún lugar insospechado y oculto. Y entonces los sonidos vuelven al mundo, a la vez que recuperas el control de tu cuerpo, y empiezas a respirar con alocada normalidad. Un grito de furia y frustración atraviesa la nieve y la noche, y se desgaja en sordos ecos espeluznantes cuando llegas a la linde del bosque y desapareces en su interior.

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