miércoles, 28 de diciembre de 2011

Las Torres de Borealís

NOTA PREVIA:

A lo largo de esta historia interactiva comprobarás que la acción se narra casi siempre en segunda persona. Esto es así porque este no es un libro cualquiera. Es un libro mágico, en el que pueden ocurrir las cosas más insospechadas. Además, el género cambiará aleatoriamente, (problema que no existe en el idioma inglés, pero sí en el castellano), entre femenino y masculino, al referirse la historia al sujeto de esa segunda persona de la narración. Esto tendrá pronto su explicación en el desarrollo de este cuento.
Ahora, compañero, o compañera, ya puedes empezar a  leer. Que lo disfrutes... Pero no digas que no se te advirtió...


Muahahahahaha! ... ... ... Un retumbante sonido de truenos se adivina en las luces que crepitan en el distante cielo...




De azul susurraba el viento
palabras de nieve y hielo
azul como el frío cielo,
como es el árbol, azul...

Vagabundo del laberinto
un joven sin capa de nieve
vio al pájaro del destino,
volar en el cielo verde…

Y en el negro de la noche
brilla rojo un reproche
la luz de un enorme orbe,
sobre la mar, amarilla…

(Canción popular)



Caes. Más allá de donde puede abarcar tu mirada, no hay nada. Deberías sentir miedo, pero llevas tanto tiempo cayendo que poco a poco esa sensación ha ido sustituyéndose en tu interior por otra de creciente curiosidad.  Porque has perdido todo sentido del tiempo, y eso, es raro en ti.
Los colores se mezclan en una amalgama oscura que te envuelve, e intentas gritar, pero de nuevo, no crees  que sea ya  por miedo,  sino para experimentar algo diferente. Para reclamarle al sueño que te deje ir, porque sabes que es un sueño. Lo has tenido tantas veces…
Sueñas que caes, una vertiginosa carrera vacía y sin sentido, hacia ninguna parte… hasta que, los colores vuelven al mundo, pintando formas salidas de tus recuerdos, acompañadas de risas, de voces, de gritos y susurros ¿conocidos?…
Olores de cielos rosados que saben a vino y miel, a especias, y el tacto de refugios de seda en las yemas de tus dedos. Intentas agarrarte para frenar tu caída, y te deslumbra una luz.

Despiertas sentada a los pies de tu cama, con el edredón enredado en torno a tu cuerpo.


(Continuará)

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