miércoles, 4 de enero de 2012

Entrada 7

Es un frescor agradable y tibio, cada vez más, a medida que el frío va quedando olvidado al otro lado de las puertas.
Observas que el interior de la torre es práctico y austero: piedra gris, y oscuridad más allá de las esferas de las mágicas luces de gas, mientras sale a recibiros el chambelán, que os conduce por una antesala al gran salón de reuniones. Te sientes extraña, presa del temor a lo desconocido, pero a la vez expectante y lleno de vida, como el protagonista de una de las historias que te gusta inventar. Un oficial de la torre se acerca al chambelán y le hace un gesto con la cabeza. Alguien anuncia vuestra llegada a la vez que entráis en el salón del trono.

Sólo habías estado una vez antes en ese lugar, el día de tu Sacralización, al cumplir los 12 años. Aunque no recuerdas mucho, ya que aquel es un día oscuro en tu mente, te da la sensación de que todo sigue más o menos como lo recuerdas… cuatro tragaluces mágicamente tratados para captar la mayor cantidad posible de la luz exterior iluminan la estancia con los últimos rayos de Starin. A media altura del techo los representantes de las distintas casas del pueblo se asoman apoyados en una barandilla poliédrica, casi redonda, sobre una plataforma de madera con la misma forma, que sobresale de sencillos y apenas ornamentados arcos de piedra que conducen a estancias interiores del piso superior de la torre. 
Las voces se van acallando y diluyéndose en murmullos tragados por el humo y un intenso aroma a incienso que sofoca tus fosas nasales… te sientes cada vez más intimidado, a pesar de que recordabas aquel lugar más grande de lo que te parece ahora.

Te conducen a tu lugar para la Asamblea, en el centro de un semicírculo, justo enfrente del trono de madera oscura, vacío por demás… claro, la figura del rey es actualmente un cargo político que tiene mucho de simbólico, hace muchísimos años que dejaron de existir verdaderos reyes en Borealís. Te preguntas cuando entrará el rey, cuando Saymon cruza la escena y se dirige al lado de tu padre, que conversa con otras dos personas encima del estrado. Entonces, como si tal cosa no tuviera la más mínima importancia, el viejo guerrero hace una leve reverencia con su barbuda cabeza hacia aquel que hasta el día de hoy creías era tu padre…
–Con vuestro permiso, mi rey Knox.
–Proceded, maese Saymon –dice el rey. Y Saymon procede:
–Que comience esta asamblea extraordinaria para dirimir la cuestión del joven Nieve, hijo de Knox de Garyan, rey.
Estás tan estupefacta que casi no reparas en el eco de susurros apenas contenidos que enmarcan la palabra "hijo" cuando es pronunciada por Saymon. Echas una breve ojeada a Halet, muy por detrás de ti, que conversa con Adira junto a la puerta por la que habéis entrado, al lado de los guardias. La entrada de las mujeres está prohibida en las asambleas, pero aún así Adira se las ha ingeniado para pasar sin armar mucho revuelo. No dejas de preguntarte fugazmente por qué, pero la verdad es que ese no es un problema que te quite el sueño en este momento.

De repente, todos los acontecimientos del día se suceden en tu mente de forma vertiginosa. Las fuerzas te flaquean, embotada por el ambiente sofocante, el olor a incienso y todos los extraños acontecimientos del día, sumados al temor y la más completa incertidumbre ante lo que se supone que se espera de ti. Sólo quieres llorar y salir corriendo. Sientes algo, como si te tocaran y das un respingo.
Entonces la mirada de knox llega hasta ti, rasgando el velo de confusión que te envuelve, como desde otro mundo. Definitivamente, y aunque se parece a él, ese hombre sentado en el trono de madera oscura no es tu padre. No es que sepas que nunca ha sido tu padre, es que no es aquel que esta mañana se suponía que era tu padre. Escuchas que te dice algo con esa mirada, de forma mucho más nítida y cierta que cualquier palabra pronunciada nunca a ti por sus labios.
Y bien por la propia sorpresa de lo que acabas de experimentar, bien por sortilegio, el hecho es que ahora te sientes un poco mejor, con fuerzas suficientes para esperar lo que venga a continuación. 

Todo sigue su curso tal como está preparado, siguiendo lo que te parecen antiguos y rancios formulismos, sin que a nadie más le importe si tú lo estás.
–¿Quién se presenta como representante de la parte interesada en demostrar que el joven Nieve es un peligro para la integridad de nuestro pueblo? –Exclama tu padre con una clara voz de barítono.

Saymon da varios pasos hasta situarse en el centro del semicírculo.

No dejas de salir de un asombro para acto seguido caer en el siguiente… ¿Por qué hablaría Saymon en nombre de los que quieren que te vayas? Vale, "gracias ingenuidad mía" Te había llegado a parecer un tipo simpático, esta tarde, subiendo hacia la Torre, pero el hecho es que ya te lo había dejado bien claro esta mañana... aún así, es hermano de tu... del rey,  que esta mañana, esta misma mañana, ha llorado por ti. "Seguramente se haya presentado él para así tratar de mitigar en la medida de lo posible todo lo que se pueda decir en mi contra", piensas… sí, claro, tendría sentido, siendo tu tío… "bueno, pero en realidad no es nada mío. Dioses, esta noche va a ser muy larga."  Terminas diciéndote, alzando la vista hasta las oscuras sombras del techo de la torre. 

–Yo, Saymon de Darion, Capitán de la Marca de los Exploradores, y Jefe Guerrero de Nivenwayr –dice. Por si te quedaban dudas.

Mientras así habla, la mirada del rey Knox se dirige de nuevo a ti; esta vez es una mirada calculadora y sagaz, que no tiene nada de extraordinario, salvo por el hecho de que jamás habías visto al que fuera tu padre mirarte de ese modo… excepto… Que ingenuidad más grande. Claro, mil pequeños detalles tejidos de recuerdos deslavazados empiezan a entretejerse ahora, como no habías sido capaz de ver durante todo este extraño día, mostrándote un desdibujado tapiz lleno de pistas que terminan por conducirte hasta el punto donde te encuentras ahora… pero por encima de cualquiera de esos recuerdos, el sueño pertinaz… la sensación de caída… 

Vuelves a la realidad. Saymon lleva hablando un rato, y no puedes evitar sonrojarte cuando te das cuenta de que, con todo lo que tienes encima, no has prestado atención a ni una sola de sus palabras. Afortunadamente se ha lanzado a una larga perorata, y te da tiempo a tomar el hilo de lo que está diciendo:
–… Y el teniente Galach casi pierde a dos de sus mejores hombres ayer, mientras hacían guardia en la noche cerca del Último Puente. 
–Y haciendo uso de una buena provisión de madera. Más de la que podemos permitirnos. –Le interrumpe otro hombre de la Asamblea. No te parece que Saymon ni el rey lo reprendan por ello. Al contrario, Saymon lo escucha, y el escriba, próximo al estrado donde se ubica el trono, parece registrar también lo que dice– A este paso, tendremos que empezar a desmontar nuestras casas para conseguir más madera. Jeron de Kort. –Termina presentándose, haciendo un gesto al escriba, siguiendo un formulismo más, sin duda.
–El uso de madera para alimentar fuegos que protejan a nuestros hombres en misiones fuera de la seguridad del pueblo, –le responde Saymon, haciendo tintinear con su voz la palabra "seguridad" dejando a las claras lo que piensa de la valentía de Jeron– es algo totalmente acordado, y no se ha usado ninguna más allá de las cantidades estipuladas para un estado excepcional como es este en el que nos encontramos, maese Jeron. –Termina diciendo, hacia su interlocutor.
–Pero ¿cómo fue maese Saymon? –Exige saber otra voz, a la que otras secundan: –Sí, sí, cuéntanos ¿Cómo sucedió?

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