sábado, 31 de diciembre de 2011

Entrada 4

Saymon comienza a hablar, pero cuando te quieres dar cuenta y sales de tu ensimismamiento, ya te has perdido las primeras palabras...

–… así que de algún modo, es lícito que te hagas "ciertas" preguntas. Tu nombre, por ejemplo, Nieve… Crees que te lo pusieron por lo blanca que es tu piel, pero esa no es toda la verdad. –Mientras habla camina pausadamente de un lado a otro de la mesa, pero de pronto se para, arrastra una silla, se sienta frente a ti y te mira de forma penetrante. Afuera bandadas de copos de nieve empiezan a arreciar contra las ventanas, produciendo ese ruido sordo tan característico de tu hogar… "tu hogar".

–Lo cierto es que no sabemos quienes fueron tus padres. ¿Comerciantes, exploradores imprudentes, espoleados a la locura por la falta de recursos para sus artes mágicas…? Sí, eso fueron, seguramente… Pero yo sí se una cosa. Se lo debes todo a Knox. No, él no es tu verdadero padre. Pero fue él quien te encontró, aquel día, abandonado en la nieve. Los últimos rescoldos de una hoguera eran lo único que los mantenía a raya a ellos… tu padre no los podía ver, pero sus ojos te acechaban en la oscuridad, más allá de la linde del bosque cercano. 

"Los demonios blancos", piensas, con cada vez mayor angustia. Y el viejo soldado parece comprender lo que piensas con su mirada fría, acerada e inteligente…
>>Un carromato helado, tan congelado como el caballo lanudo muerto junto a los cuerpos de los que debieron de haber sido tus verdaderos padres.- Escuchas como quien lee un cuento sobre otra persona, sin acabar de entender que lo que dice el hombre se refiere a ti– Mi hermano… no, no hagas preguntas. Aún no. –Te dice– Tu padre se encontró esa escena. Nunca antes se había alejado tanto de Nivenwayr, y nunca jamás volvió a caminar tan lejos buscando su buena leña. Y bien que le decíamos que no se alejara tanto él solo, el muy osado, y orgulloso, ¡e imprudente!… pero aquel día el destino le puso en tu camino, Nieve. Y hoy vives, aquí, con tu familia adoptiva, gracias a aquel aciago día. Porque aunque afortunado para ti, fue aciago para este pueblo. Porque nunca antes desde aquella noche los demonios blancos se habían acercado tanto a Nivenwayr. No más que en los cuentos de lumbre de las ancianas.
>>Consiguió escapar contigo, apenas un bebé, porque conocía el camino hacia el túnel más próximo como la palma de su mano. 

Una portezuela de una de las ventanas de la cocina choca contra el cristal, y te saca de tu ensimismamiento. Consigues desviar la mirada de los ojos del viejo Saymon. Estás aterrada. No quieres que lo note y te levantas, abres la ventana y cierras la portezuela, asegurándola bien. Una ventisca llena tus brazos de nieve, pero no sientes frío. Al contrario, agradeces la frescura de los copos en tu piel. El ambiente empezaba a resultarte cargado.

–¿Por qué ahora, hoy… por qué? ¿Por qué no antes, por qué no otro día? –le sueltas cuando te vuelves a sentar enfrente de él.
–Si te digo la verdad, joven Nieve, yo se lo dije siempre. Desde el primer día le dije que debía volver al gran desierto blanco y abandonarte allí a tu suerte. –Dice, haciendo una pausa como esperando tu reacción a esas palabras. Su frialdad te sobrecoge. –No hay un por qué. Toda historia tiene un principio, y estaba escrito que la tuya comenzara hoy, supongo. Tu padre ha cometido varios errores en su vida. El más importante has sido tú. Y el otro ha sido no saber mantenerse al margen de la política de este lugar. –Dice, remarcando la palabra lugar haciendo un movimiento de arco con el brazo.
–¿Política?
–Sí, jajaja, –se ríe y acaba tosiendo aparatosamente, hasta congestionarse. tanto que crees que le va a ir mal, pero francamente, no te apena nada.
–Maldita ventisca –sigue hablando, cuando se recupera–, nos merecemos algo mejor que "esto" ¿no crees, chico? –quizá son imaginaciones tuyas, pero por un momento crees que escupe la última palabra buscando provocarte–. En fin, da igual, da igual. El caso es que ahora tú eres el problema. Eres nuestro mayor problema. El pasado ha venido a reclamarle a mi hermano lo que le arrebató a quien tenía que haber dejado en paz. Abrígate. El consejo de ancianos se reúne ahora mismo en la Sala de la Torre. Y es por ti.





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