viernes, 6 de enero de 2012

Entrada 9

La reanudación de la asamblea se demora porque Saymon, que debe estar presente, tarda en regresar. Así que intentas distraerte. Y lo consigues, porque pronto te pierdes en la contemplación de los ajados tapices que cuelgan en los muros forrados de cal blanca, levemente agitados por esporádicas corrientes de aire provocadas por el abrir y cerrar de puertas en el piso superior, a medida que los distintos cargos y representantes se reincorporan a sus puestos. Siempre te ha sido fácil desconectar del mundo cuando encuentras cosas que llaman la atención de tu imaginación… … …

Los tapices representan distintas escenas mágicas, asombrosamente animadas, de la Historia y Mitos locales, emparentados de una forma u otra con la urdimbre de los distintos acontecimientos que han afectado al mundo de Borealís. A un solitario rincón de tu mente le parece extraño no haber reparado antes en ellos. Pero lo ignoras.

Uno de los tapices muestra una secuencia en la que se ve a un rey humano recibiendo en su corte a un grupo de emisarios de piel blanca como la nieve y ojos llamativamente azules; otro muestra una escena de la caza de un dragón de metálicas escamas que sangra sangre negra, hostigado por un grupo de hombres ayudado por gigantescas águilas blancas. Te llama la atención que sus ojos sean igual de llamativamente azules. Pero el que más te fascina es uno en el que una especie de ángeles caen desde el cielo, agarrando cadenas de oro que sujetan paneles que, en secuencia, van formando una especie de laberinto, dentro del cual aparecen diferentes dibujos de pueblecitos en miniatura. El nombre de uno de ellos es Nivenwayr. 

Regresas al mundo real cuando por fin Saymon hace su aparición. Al pasar a tu lado, de camino al centro del semicírculo central del Gran Salón, te da la sensación de que te mira de una forma extraña… e indescifrable para ti.
En fin, cuando el nuevo escriba ocupa el puesto del anterior, en estado de extrema gravedad por un fallo cardíaco, todo está listo para que la sesión siga su curso.
Y Saymon comienza a hablar:

–Era mi deber establecer ante todos los aquí presentes, representantes de la totalidad de las casas de nuestro querido pueblo, el último lugar de Borealís en el que tenemos constancia de la existencia de seres humanos, los motivos por los que este… muchacho, Nieve, hijo de Knox, –e indica al rey con su brazo derecho, mientras una marea de susurros acompaña su gesto– debería abandonar nuestro pueblo para siempre. Y digo "era", porque no puedo hacerlo.

Todos los representantes, arriba, estallan en un caos de voces airadas, cuando no iracundas, mientras que los miembros del gobierno, reunidos a tu alrededor, se lanzan miradas entre ellos cuyo significado no aciertas a comprender. Saymon alza la voz por encima de todas las demás, y al mismo tiempo el rey Knox levanta una mano, pidiendo silencio.
–No puedo. Si los demonios de la nieve han sido capaces de entrar por primera vez en Nivenwayr, no podemos darles lo que están buscando. Porque si es a Nieve a quien buscan, si por él son capaces de tanto… ¿no creéis que habrán de tener algún muy poderoso motivo para ello? 
>>Fijaos bien. Hoy han perdido a tres de los suyos. Yo mismo acabe de ordenar la ejecución de Ambrod y Athria. Tenía que comprobarlo, para salir de toda duda. Y ya no la hay, porque sangran de color negro. Y eso, camaradas aquí reunidos, sólo puede significar una cosa. 
–Suplantación. –Contesta el rey por él– Lo que mi hermano quiere decirnos es que ellos han sacrificado a tres de los suyos para poder llegar hasta mi... hijo – No sabemos cuántos son, de dónde vienen, ni dónde se esconden. 
–¡Los que nos escondemos somos nosotros! –osa alzar la voz alguien de arriba. Tu padre prosigue, visiblemente incómodo.
Pero sí sabemos que son pocos. Quizá tan pocos como nosotros. Y esto ha tenido que suponer un sacrificio enorme para ellos. Porque somos fuertes, aquí, y les hemos eliminado. Y podemos permitirnos creer, podemos saber, que ya no nos molestarán en mucho tiempo.

Dudas… "¿podemos saber?" Sientes que Saymon te está mirando, pero cuando le diriges tu mirada el desvía la suya rápidamente. "Que extraño".
Algo no cuadra. Algo no está bien… 
"Los tapices"… ¡No hay ningún tapiz! Nada más que serios y aburridos escudos de armas jalonan las níveas paredes de cal.
"No puede ser".
Intervienes aún antes casi de darte cuenta de que lo haces, obedeciendo un impulso casi ciego:
–Pero sus palabras, las palabras de Galach, o lo que quiera que fuese… ¿no buscaban justo esto?
El rey te mira. No hay ni rastro del que fuera tu padre en él. Sientes que no estás haciendo lo que se espera de ti. Pero sigues hablando.
–Creo, creo que no estamos actuando bien. Esto no está bien. Esas palabras, lo que buscaban era amedrentarnos, que nos quedásemos aquí, sin hacer nada… ¡Nada!, –casi lo gritas– pero, ¿no es eso rendirse, no es hacer caso al enemigo?
–¡NIEVE! –te reprende el rey. Pero no le haces caso.
–Lo he visto… ¡lo he visto! Vivimos prisioneros dentro de un laberinto…l-lo he visto. –Alzas las manos, con impotencia. Por el rabillo del ojo ves como Adira se abre paso hacia ti.
Saymon hace un gesto a sus guardias… en el acto estos van tras Adira y la retienen. Esta hace ademán de llevarse la mano a la espada que cuelga de su cadera, pero algo la detiene en el último instante. Sigues hablando. De pronto los cuentos que contabas sobre otros lugares, de pequeña, a tus hermanos… sientes que son reales. Y no puedes dejar de hablar. No quieres parar.

–Hay vida ahí fuera. Vivimos aquí, toda nuestra vida, acobardados, con miedo al mundo y a sus monstruos, pero no podemos ser los únicos en existir en toda Borealís, sé que tienen que haber más cosas buenas en este mundo. Dejadme ir a ver. Dejadme ir a buscarlas.
Y apenas lo has acabado de decir, no puedes creer haberlo dicho.
Silencio.

En ese momento no podías saberlo, pero fue a partir de aquel instante, cuando el punto de vista de la gente de Nivenwayr hacia ti empezó a cambiar para siempre. Fue la primera vez en que se mencionó un nombre que viviría mucho más allá de tu tiempo, cuando ni tú ni nadie de los seres que conociste y las personas a las que amaste seríais más que recuerdos. 
Pero la realidad no entiende de héroes…

Te has dejado llevar por la misma emoción que experimentabas cuando contabas cuentos a tus hermanos. Sólo que este cuento es real. Y de golpe eres consciente de que has pedido salir voluntariamente a un mundo lleno de oscuridades mayores que las que se ocultan en tus más horribles pesadillas. 
Saymon se lleva una mano rápida a los ojos. 

Por fin, exclama el rey Knox:
–No hablaremos más esta noche. Se posterga la Asamblea hasta mañana.













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