jueves, 5 de enero de 2012

Entrada 8

Se hace el silencio. Saymon hace un gesto hacia la puerta. Uno de los guardias se asoma y entra alguien, un individuo alto, de espesa melena gris, que llegado a tu altura hace la reverencia de rigor al rey para luego encararse hacia el maese Saymon.
–Oficial Galach, –le dice su comandante– pónganos en antecedentes sobre lo sucedido durante su guardia en el Último Puente, anoche.

Una expectación alimentada de morbo, curiosidad y miedo se apodera del ambiente, mientras el oficial comienza su informe.
Al principio se pierde en detalles técnicos; cosas que sólo interesan a la gente de la milicia, sobre rutas, horas, pertrechos, condiciones climáticas… tanto se extiende en estos puntos que llegas a pensar que al llamado Galach no le debe apetecer nada revivir lo ocurrido.
Apenas entra ya luz natural en la Torre. La luz mágica de las esferas de gas se intensifica.
–Teniente, al grano, sea tan amable –le corta de pronto Saymon.
–Pero es importante para mi que la asamblea entienda perfectamente las condiciones bajo las cuales actuamos en esta misión, mi capitán, pues sin más demora aprovecharé esta ocasión para presentar mi dimisión irrevocable ante usted, y ante nuestro rey –añade.
Como quiera que Saymon se ha quedado momentáneamente mudo, no así el resto de los concurrentes, que estallan en murmuraciones, el rey toma la palabra:
–Eres uno de nuestros mejores oficiales Galach. Todos lamentamos oír estas palabras tuyas, y me gustaría saber que estás dispuesto a reconsiderarlas. Pero cuéntanos, por qué así nos hablas –dice el rey.
Galach, a tu lado, le responde:
–No hay nada que podamos hacer… no, no hay esperanza… –su expresión se torna tan triste que te dan ganas de extender tu mano para mostrarle tu apoyo, pero no lo haces, y no porque te parezca algo fuera de lugar, sino porque hay algo en Galach que te inquieta. Knox, el rey, se rebulle incómodo en el trono.
–Tendriáis que salir ahí fuera y experimentar lo que es. El frío es… inhumano. –A medida que habla, el tono de voz del teniente Galach se vuelve tan antinaturalmente monocorde, que te acaba provocando un escalofrío– Se te hiela la sangre en las venas. Y no sabes por qué el fuego no parece calentar tu piel. –Súbitamente, sientes que Galach se gira hacia ti, que eres el foco de atención de todo cuanto dice– Poco a poco pierdes las ganas y la voluntad de vivir, y sólo el miedo a ser llevado por los demonios de la nieve te da fuerzas para seguir adelante… al final pierdes hasta la noción del mundo real. Anoche Ambrod quiso apagar el fuego. Decía... decía que le hacía ver sombras de cosas espantosas… que prefería la ignorancia de la oscuridad.
En el salón un silencio sobrenatural parece haber rodeado la voz de Galach. No puedes apartar tu mirada de sus ojos, negros como la noche más oscura. Te tiene atrapada en ellos.
>>Luego sentimos que ya no estábamos solos en el campamento del Último Puente. Algo había aprovechado el pequeño caos ocasionado por Ambrod para estar ahí entre nosotros… Ya, ya sé, teníamos el fuego. Eso debería haber mantenido lejos a, lo que fuese. Pero, camaradas, os aseguro que no. Que aquello estaba allí, veíamos su forma orlar el fuego de contornos verdosos, escuchábamos aquellos jadeos,  quejidos de lo que diablos fuera... Decidí que levantásemos el campamento sin esperar a la nueva patrulla de relevo.
Silencio. Las luces del salón parecen apagarse poco a poco.
>> No podemos hacer nada contra esa magia oscura. Forman parte del paisaje, tanto como la misma nieve, y el frío es tan natural a ellos como lo es para nosotros el aire que respiramos… Sólo podemos esperar aquí, y perecer, como sin duda esperan que así sea, porque forma parte de su plan. En realidad nos llevan sitiando desde hace generaciones, y nos permiten tener la ilusión de que dominamos nuestras vidas sólo para divertirse con nosotros, mientras esperan nuestro fin.
El silencio pesa como una losa sobre todos los presentes, tan pesado que casi asfixia. Intentas escapar de la incómoda sensación que te atenaza, agarrándote a cualquier sonido como si este fuera una roca a la que asirse para volver a la realidad. Crees encontrar ese sonido salvador en la voz de Knox:
–¿C-cuan…–se le atraganta la voz. Hasta el rey, visiblemente pálido, ha perdido la compostura. Ves que Saymon gira la cabeza hacia el rey, levantándola como si llevara puesto un casco de plomo, de forma irrealmente lenta, oyes que le dice algo a Knox, pero te suena lejano y distorsionado… … … Todo se desvanece a tu alrededor, poco a poco. Te sientes etérea.
El rey grita, algo gutural. Sientes que tiran de ti y una sensación muy extraña, como si te dividieras entre dos mundos. Dolor. Gritas.
Oscuridad. 
De repente la opresión se levanta de tu pecho. El tiempo recobra su ritmo. Y los sonidos… Vuelves en ti. No sabes cómo, no recuerdas el instante, pero has debido de perder la consciencia durante un momento. El rey se inclina sobre ti con una espada por la que resbala un líquido negro, aún empuñada en su mano. Galach yace tirado a tu lado, en medio de un charco negro… de sangre. Te apartas con asco y horror.
Saymon y Knox se apartan hacia el estrado, y te llevan con ellos. El resto de los presentes no disimula su espanto.

Adira dialoga junto a Saymon y tu padre en el estrado, pero Lo más sorprendente no es eso, sino el hecho de que parece que los otros dos atienden muy atentos a lo que dice. 
"¿Quién es Adira?" piensas, y algunos recuerdos se conectan en tu mente… Es aquella niña, mayor que tu, la hija de aquella familia que llegó a Nivenwayr cuando eras muy pequeña, tanto que casi has perdido ya ese recuerdo, aquel ciclo de oscuridad en que los lobos causaron la muerte de varios leñadores.
–...Suplantación – Está diciendo Adira, cuando llegas a su altura.
–¿Cuánto llevaba sin comer? –pregunta Knox
–N-no lo se… dioses… –responde Saymon– Voy a a ver a Ambrod y a Athria. Discúlpame, hermano –dice, ante el asentimiento urgente de este, y sale corriendo del salón de reuniones, con una velocidad endiablada para tan enorme corpachón.
–¿Estás bien? –te pregunta el que hasta ayer había sido tu padre, ese leñador que se ausentaba tanto de casa, poniéndote una mano en el hombro. Repara en tu gesto de asco y deja la ominosa espada en el suelo, lejos de ti. –Adira te ha salvado… me avergüenza decirlo, pero ha estado más atenta y ha sido más fuerte que yo.
El rey adivina las preguntas que se asoman a tus temblorosos labios, mirándote con calidez en los ojos, y con una leve sonrisa franca y seria. 
En esos momentos Halet llega a tu lado, y le da un cuenco con agua caliente a Adira, en el que la mujer echa unos polvos de una bolsita que se desprende de la cintura. Acto seguido te lo ofrece para que bebas. Lo aceptas sin rechistar, mientras Knox comienza a hablar:
–Galach no era Galach. Nos ha hechizado a todos, y pretendía llevarte consigo. A través de un Portal. El verdadero Galach debió de morir anoche en el Último Puente. Y si me lo vas a preguntar ahora… no, esto nunca había pasado. No que se recuerde, no en Nivenwayr. 
>>¿Te sientes con fuerzas para continuar esta noche?
–Sí, –dices sin dudarlo. Crees que lo peor sería acostarte hoy con tantas oscuridades e incertidumbres en la cabeza. Necesitas saber más antes de atreverte siquiera a intentar conciliar el sueño esta noche.

–Pero, una cosa –dices– ¿Y las palabras que ha dicho el falso Galach, toda esa desesperanza… ¿eran ciertas? ¿Y cómo puede haber un falso quien sea?
–Lo que importa es qué te dice tu corazón, así que, mientras encuentres esperanza en él, puedes estar tranquilo. De todas formas no sé qué has podido oír tú de este Galach porque seguramente sea diferente de aquello que nos estaba contando a nosotros. Tú eras el foco principal de su hechizo. No creas todas sus palabras.
–Ya, pero creo que eran ciertas…¿significa eso que sigo hechizada? sin embargo, no creo que no haya esperanza. Tiene que haberla. Lo que pasa es que nunca imaginé que las cosas estuvieran tan… terriblemente mal. Si no fuera porque ahora os tengo aquí conmigo. Y no sé quienes soy verdaderamente ninguno de vosotros –dices– es todo tan extraño.

–Si te sirve de consuelo, Nieve, nosotros sí sabemos quién eres. Llevamos velando por ti desde que llegaste a este pueblo. Saymon, a su manera, y yo, y Adira llegó aquí con sus padres con la misión exclusiva de velar por tu futuro. Pero te diré más cosas sobre esto al acabar la asamblea. Es importante que sepas lo menos posible para que lo que digas aquí, esta noche, sea creíble para los representantes de las Casas del Pueblo. –Te contesta Knox– Y en cuanto al falso Galach… la magia de los seres oscuros puede cosas que… –tu padre se corta en medio de la frase cuando Adira le toca el brazo, pero tú ya has reparado en su fallo.
–¿Seres oscuros… te refieres a los demonios de la nieve?
Knox parece dudar un instante, hasta que te responde.
–Sí… y no. El caso es que es una magia mucho más allá de nuestro entendimiento. Sin embargo, créelo, hay esperanza. Para eso estamos aquí, reunidos esta noche. Porque aún no es tarde. Pero es importante que sepas que mantenerte en la ignorancia era la mejor forma que hemos encontrado para tenerte a ti y a todo el pueblo apartados del peligro que ahora nos acecha.
–¿Y no será demasiado tarde? –interviene Halet, titubeante, y Adira y el rey se cruzan una rápida mirada.
–No, tenemos que creer que no, Halet.






















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