domingo, 8 de enero de 2012

Las Torres de Borealís, Capítulo 2, (Entrada 10)

Despiertas. Estás segura de haber escuchado un ruido, y el desconcierto te hace olvidar en segundos tus sueños. Que rabia, piensas, "era algo hermoso".
No te fue fácil conciliar el sueño al llegar a la cabaña. La luz de tu estancia brilló amarilla desafiando las sombras de la larga y fría noche más allá de tu ventana, mientras todos los demás habitantes de Nivenwayr se iban retirando a descansar en sus casas, por sobre la nieve silenciosa, todas las pequeñas ventanas apagándose, una marea de lucecitas amarillas que desaparecían en la noche, colina arriba.


Tu casa forma parte del amplio círculo de cabañas de la falda de la colina, que termina en una alta empalizada reforzada cada cincuenta metros por bastas torres de piedra, culminadas en miradores donde temblorosas hogueras mantienen calientes a los vigías de guardia.

Pero aunque tardaste en dormirte, tus sueños, contra todo pronóstico después de tan extraña jornada, fueron bonitos y reconstituyentes para el alma. Tanto que te da una pena un poco inexplicable cuando lo que acabas de soñar se te escapa, como arena entre las manos... ¿trinos de pájaros?, colores verdes y azules, brisas, y risas y frutos carnosos… Imágenes fugaces y solitarias que enseguida se pierden en la realidad semi-oscura de tu cuarto. 
Oyes de nuevo el ruido, ahora inconfundible. El corazón te da un vuelco cuando la ventana tiembla y una sombra vela la escasa luz del exterior. 
Tras un momento de estática duda saltas al suelo de madera de tu habitación, retrocediendo sin perder de vista el contorno redondo de la ventana. La sombra surge de nuevo y ocupa ahora todo el cristal. Oyes un golpe, y la ventana se abre, una mano palpa el interior y abre la ventana por completo, luego la cabeza se asoma. Alguien, muy lejos, susurra tu nombre…
–Nieve
Estás aterrado. No puedes reaccionar. No sabes cómo. 
–¡Nieve!
"Entonces, así es como termina todo", piensas… hace frío.
La figura ya ha entrado del todo y se dirige hacia donde estás.
"Soy yo, …let" – no escuchas...
–¿Yo, quién es yo… Halet? –dices.
–Soy yo ¡Halet! Nieve, Nieve…
–Oohhh HALET –casi gritas.
–Sshhhhh –Te indica.
Tú te dejas caer con la espalda pegada a la pared, pero enseguida te incorporas, con las piernas temblorosas, y le das dos empujones al chico.
–Estúpido, estúpido, estúpido. ¡Estúpido! – Le gritas, sin miramientos, restregándote torpemente lágrimas de angustia. 
–Halet se queda quieto, visiblemente consternado. Durante un incómodo minuto ninguno de los dos hace o dice nada.
–Pensé… pensé que eras un demonio de la nieve, que venía a por mí… 
No sabes como interpretar lo poco que ves de la cara del chico… Por un instante te da la impresión de que es una mueca divertida lo que se insinúa en su rostro, y le miras furibunda, pero si era eso, lo disimula rápido y bien. 
–Lo siento. Lo siento de verdad, Nieve… sigo, sigo las órdenes de Saymon. Me ha dicho que hiciera esto. Por favor, escúchame, es muy importante. Tienes que hacerme caso, tenemos que irnos. ¿Vale?
"IRNOS".
–Vale. Te creo, –dices, arrastrando la palabra en un intento de parecer desenfadada. –En verdad le crees. Total, tu vida es un cúmulo de despropósitos últimamente. Este sólo es uno más... 
"¿uno más?" 
–Pero, espera, espera… ¿Saymon? ¿Say… tu padre te ha dicho que entres en la noche por la ventana de mi habitación?
Sí. Sé que parece una locura, pero lo siento Nieve, no hay tiempo para preguntas; debemos salir ya… por la ventana, ven, sígueme. Yo te ayudo, y no te preocupes por la ropa, lo tenemos todo preparado. –Te dice.
En ese momento se abre la puerta de tu habitación. 
–Ryu… – exclamas.
–Primita – dice Halet, consternado.
–¿Qué pasa Nieve… ¿te vas, nos dejas ya, verdad? –pregunta la pequeña enseguida, atropellando las palabras.
–Halet, espérame fuera, ahora salgo, te lo prometo. –Dices, mientras la haces pasar y cierras la puerta, despacio, tras asegurarte de que en la parte baja de la casa todo sigue en calma.
–Sí, sí, Nieve, pero por favor, no tardes… –Te dice el joven, que se agacha un momento a la altura de Ryu, acariciándole el pelo.
–Adiós Ryu. Se buena.
Halet se escurre por la ventana. En ese momento cierras los ojos desesperada. Desearías que la vida fuera completamente diferente, que todo fuera normal, o de otra manera. Pero al abrirlos de nuevo, Ryu sigue ahí, a tu lado, y no puedes tener miedo delante de ella. Tienes que animarla, y darle fuerzas.
–Ryu, pequeña, ven aquí… ven, ¿no querías siempre dormir en mi cama, aquí arriba, eh? Mira, hoy, si me prometes que no dices nada a papá y a mamá, puedes dormir aquí, ¿eh?, ¿ves que way?, te dejo.
–¡No! –llora la niña, y no crees que puedas encontrar consuelo en este mundo para ella, porque en el fondo sabes que no sabes mentirle.
Halet te hace gestos al otro lado, sobre el tejado bajo tu ventana.
–Mira, Ryu, mírame a los ojos… Volveré, ¿vale? ¿Me crees? te lo prometo, dices, y la abrazas. Y tan fácilmente como las lágrimas que se resbalan por tu cara, empiezas a cantar, en voz baja, sólo para ella, sin que exista nada más en el mundo en este momento…

La blanca nieve te sigue esperando mientras danzas,
mientras vives y sueñas los días desde tu ventana.

Tiempo antes de que nazca la primera flor del almendro
mis pensamientos estarán contigo en tu lejano cielo,
Sabrás que estoy a tu lado cuando la sientas cayendo…

Siente que vuelvo contigo cuando los copos graviten
cuando cantes, cuando ames, y las lágrimas brillen.

Aunque no te vea, ni te lea, yo te sueño, te sueño tanto…
sueño que vuelvo a encontrarte y que acaricio tu llanto
siente que vuelvo contigo cuando recuerdes mi abrazo.

Mientras vives y sueñas los días desde tu ventana…
Y yo te sigo observando, feliz, cuando ríes y cantas.


Te callas. Se ha quedado profundamente dormida.  Sales al tejado y cierras la ventana, despacio. 
Y te embarga una sensación tan fuerte que tienes que parar un momento, mientras Halet se te queda mirando, vacilante, desde una escalera apoyada en la parte de atrás de la cabaña, pegada al medio tejado debajo de tu ventana.
Sientes que nunca más volverás a esta casa. Pero reprimes las lágrimas. Está nevando.




Las Torres de Borealís, Capítulo 1, (Entradas 1 a 9)





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