lunes, 30 de enero de 2012

Las Torres de Borealís, Capítulo 2, (Entrada 14)

Recuperas el aliento poco a poco, ocultándote entre las primeras líneas de árboles y matorrales más pequeños, que sirven de avanzadilla a los gigantescos árboles Boraki. 
Has dejado de correr ciegamente. El particular silencio del bosque te sorprende con todo tipo de matices, como si estuviera hecho de muchos sonidos extraños mezclados entre sí, creando un ambiente mágico y distinto, que sirve de banda sonora para una oscuridad desconocida, que casi puedes tocar, hecha de terciopelo negro primero y un azul muy oscuro después, que se va aclarando paulatinamente en tus retinas, al mismo tiempo que los desbocados latidos de tu corazón se acompasan y vuelven a un ritmo más o menos normal.
La oscuridad y el silencio por fin se levantan ante ti, y te permites observar por primera vez, realmente, todo cuanto te rodea. 
Luces. 
Luces como nunca has visto o siquiera imaginado antes, de más tonos amarillos que los que jamás habrías creído posible que pudieran existir. Luces que se mueven por las hojas y los troncos de los inmensos árboles, como si tuvieran vida propia.
Al principio te asustas de verdad, pero Luego enseguida te acercas, presa de una curiosidad irrefrenable, y las examinas aún más cerca. Aproximas tu mano. Luego ladeas la cabeza, aplicando el oído.
"¡Dioses!"
Y por fin lo tocas… Es un líquido.  Retiras la mano enseguida, asustado, pero llena de curiosidad, a la vez. Es como… una especie de savia que derraman las hojas de los árboles. Casi quema,  y eso te sorprende, pero vuelves a tocar, no quema tanto, y es agradable el calor que irradia esa cambiante sustancia luminosa, después de tanto frío. Tienes calor.

"Es fascinante".

La nieve ya no es tal, sino una especie de fango amarillento que mancha de luminiscencia toda tu ropa. Te desabrochas la capa, y te abres un poco el abrigo. Desactivas la runa de calor. 
Pero lo que más te sorprende no es lo que ves, ni siquiera es lo que tocas. Es lo que oyes. El líquido, la extraña sustancia, suena… suena como una música sorda y callada que se adivina antes de oírla, el murmullo de paisajes lejanos que rezuma despreocupadamente, extrañamente ajeno a quien pueda estar escuchando… a ti. 
Pero el hechizo se rompe por otros sonidos. Un sonido  casi ordinario, muy humano, de metal contra metal. Y como si este nuevo sonido se hubiera adelantado a presentar a nuevos personajes irrumpiendo en la extraña beatitud del bosque, tan pronto los oyes, los ves. Dos figuras humanas luchando entre si, a no muchos metros de donde te encuentras.
Te aproximas lentamente hacia ellos, procurando no hacer ningún ruido, porque, aunque sopesas la idea de salir corriendo en dirección contraria para internarte aún más en el misterioso bosque, todavía hay muchas preguntas en tu cabeza, y aún mucho miedo a lo desconocido.
Es Halet… Se pelea con alguien… ¡Adira! Un ramalazo de pánico te recorre todo el cuerpo. Casi gritas de puro miedo, pero te contienes. Luego ya no te contienes, y gritas, ¡pero es de puro júbilo! Halet a desarmado a Adira, y la tiene acorralada contra el tronco de uno de los gigantescos árboles Boraki.

Adira, en un gesto último y desesperado, se agacha y coge una rama del suelo, para intentar frenar con ella la espada de Halet. A duras penas lo consigue, pero desvía la hoja lo suficiente para que lo que era una estocada sin duda mortal dirigida al cuello, se convierta en un tajo en su pecho y hombro izquierdos. La espada de Halet resbala y acaba pegando un tajo al árbol, y es en ese instante cuando un grito estremecedor, un sonido como ningún otro que hayas escuchado (ni siquiera hoy, con mucho, uno de los días más raros de tu vida), hiende el aire.
Un borbotón de esa sustancia amarilla sale del sitio donde Halet ha impactado con su espada en el árbol, y cae encima de Adira, cubriéndola casi por completo. Casi a la vez una extremidad del árbol parece cobrar vida y se catapulta en un instante hacia Halet, chocando de lleno contra su cuerpo y desplazándolo veinte metros por el aire, hasta que choca contra otro árbol y cae como un muñeco arrojado por un niño, quedando inerte. 
–¡HALET! 
Te acercas, crees que eres tú quien ha gritado, pero ya no lo recuerdas. Es todo tan extraño, piensas, al aproximarte a Halet.
"Debería haberme quedado en Nivenwayr y jamás salir de allí. Los cuentos no son como la realidad…" Halet está muerto. Mira sin ver con una sorpresa perenne dibujada en su bello rostro. 
No sabes que hacer, si llorar, o correr, o simplemente sentarte aquí, en este mismo lugar, y esperar, y esperar, y seguir esperando. Pero un sonido te saca de tu desesperado ensimismamiento. Procede de Adira. Está viva… está gimiendo.
–No, nooo, no, ¡no! –te dices en voz bajita a ti misma–. ¿Qué se supone que estás haciendo Nieve?, vete de aquí, corre lejos, huye…
Pero no lo haces. Todo lo contrario, avanzas cada vez más hacia el lugar en el que  el cuerpo de Adira empieza a moverse.

1 comentario:

  1. Boraki are Armenian pelmeni, small pastries filled with meat. They have a cylindrical form and are fried in oil. Served with sour milk.

    ResponderEliminar